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Roxana Barrientos

Roxana Barrientos

Mi búsqueda por un nacimiento respetado, comienza con la llegada de mi primer hijo.

Luego de una cesárea innecesaria y un poco traumática, decidí que el día que busque otro hijo también iba a buscar un obstetra que me acompañe con la idea de un PVDC. Tantos meses leí relatos e imaginé cómo escribir el mío que ahora no quiero olvidarme de nada y tengo muchísimas cosas por contar… Con un evatest positivo, comencé mi casting de obstretras; esta vez no iba a quedarme con el primero que vea ni tampoco con alguien que me convenza a medias. Llegué a Emiliano siguiendo “huellas”, a través de un grupo de facebook y luego de haber visitado un obstetra que no me gustó. Me recomendaron a Emiliano y en seguida me contacté con él. Me sorprendió la rapidez con la que me respondió y algo dentro de mí decía “es él”, sólo faltaba conocernos personalmente. En el medio había pedido otros turnos que decidí cancelar y esperar la consulta con Emi.

El día que nos conocimos fuimos con marido Iván, Emiliano se tomó el tiempo de explicarnos todo lo que implicaba un PVDC, se presentó él y nos contó toda su experiencia. Su calidez, honestidad, su paciencia y su temple fue todo lo que necesitamos para confirmar que era él. Emiliano es de otro planeta. Los meses fueron transcurriendo y el embarazo avanzaba sin complicaciones. En cada consulta siempre me recibía con una sonrisa y dispuesto a escuchar e involucrarse, a pesar de tener el consultorio lleno de «panzas». En la semana 31 me tocó hacer el curso de pre parto, ahí fue a donde conocí a Anahí; una dulce total, el complemento perfecto para lograr un armonioso equipo de trabajo. En la semana 38, me desperté como cualquier otra mañana y me sorprendió romper bolsa. Sabía que había llegado el momento. Me contacté con Anahí y acordamos encontrarnos en el 5° piso del Fino ya que debían pasarme antibiótico por estreptococo positivo. A pesar de haber roto bolsa, llegué sin contracciones ni dilatación al sanatorio. Anahí nos recibió con una sonrisa, y como si nos conociéramos de toda la vida; ella te brinda toda la tranquilidad que necesitas en un momento tan significativo. Cuando me recibió y me revisó confirmamos que no había dilatación; sabía que mi PVDV no iba a ser posible, ya que no podía inducirme, pero en ningún momento sentí miedo un frustración. Valentino había decidido nacer y yo debía aceptar que iba a tener otra cesárea.

Sabía que estaba en manos de un excelente equipo y confiaba plenamente en ellos. Cuando llegó Emiliano (siempre con una sonrisa), fuimos a quirófano, luz baja, música cálida de fondo. Nos charlamos todo mientras me preparaban y en todo momento me explicaban lo que iba a pasar. Mi terror por la cesárea había desaparecido. Fue un momento pacifico, amoroso. Cuando entró marido Iván, a los pocos segundos nació mi bello Valentino, me dejaron verlo nacer, todos los que estaban en quirófano le dieron una FELIZ bienvenida a este mundo. Todos estaban contentos, todos nos felicitaban. Y a los pocos segundos Valentino estaba en mi pecho, calentito, tan repleto de vida. Claro me hubiese gustado lograr un PVDC, pero el nacimiento que idealizamos en nuestra cabeza es tan distinto al que no toca vivir. Sólo sé que esa doble cicatriz con forma de sonrisa que me acompañara por el resto de mis días, es un guiño a la vida. Estoy reconciliada con ella y la amo por ser el canal de paso a la vida de mis hijos. Sé que todo esto no hubiese sido posible si Emiliano no hubiese llegado a mi vida.

Estoy próxima a mi alta y me genera mucha nostalgia. Todas las embarazadas deberían tener un Pucherman en su vida. Sólo tenemos palabras de agradecimiento hacía él y al equipo del Finochietto; siempre serán parte de un inolvidable recuerdo en nuestras vidas. GRACIAS POR HABER TRAÍDO A ESTE MUNDO A VALENTINO.

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