Creo que leí todos los testimonios disponibles al momento de elegir a Emi como mi obstetra, no puedo creer que haya llegado el momento de dejar el mío!
La experiencia con el obstetra que me acompaño en el nacimiento de mi primer hijo no había sido mala, pero sí la había pasado muy mal en la cesárea. Sentía que parir era algo que me había quedado pendiente, y que quería al menos intentarlo con mi segundo hijo. Luego de informarme de que era posible un parto vaginal después de cesárea, empecé la búsqueda de la persona ideal para acompañarme.
Me uní al conocido grupo de Facebook de parto respetado, pedí recomendaciones de obstetras y armé una lista para empezar el “casting”.
Emi fue el primer obstetra que vi y salí maravillada de la consulta. Le planteé mi deseo de intentar un PVDC y él me comentó los riesgos que existían, con el criterio médico y profesionalidad que tiene Emi para todo. A diferencia de otros obstetras que esperaban el desencadenamiento del parto natural hasta la semana 38 o 39 con una cesárea anterior, Emi me dijo que podíamos esperar hasta la semana 41. Después, depende de cómo se fueran dando las condiciones (todo debería darse naturalmente ya que no podrían inducirme) podíamos intentar un parto o terminar en cesárea. Así le dábamos más tiempo a mi bebé de como dice Emi “nacer cuando uno quiere”. También coincidimos en no ser “talibán” bajo ningún concepto (siempre priorizar la salud de mamá y bebé ante todo) y que un parto respetado era respetar lo que la madre quería, dentro de los límites saludables. Con esto me compró y me di cuenta de que Emi era la persona y equilibrio que estaba buscando, alguien respetuoso pero a la vez criterioso y no extremista, en quién podía confiar mi salud y la de mi hijo. Vi a los demás obstetras de la lista, y confirmé que Emi iba a ser el obstetra que me acompañaría en el nacimiento de mi segundo hijo.
El embarazo transcurrió sin ningún problema, salvo por una doble otitis y una gripe, en las que Emi siempre estuvo disponible por whatsapp para responder mis consultas.
En el control de fines de la semana 39, Emi me preguntó si quería que me haga tacto, a lo cual yo le dije que sí. En mi embarazo anterior había llegado a la semana 41 con 1 cm de dilatación y, con una inducción fallida había terminado en cesárea; así que quería saber cómo venía la mano. Creo que estaba más nerviosa que cuando rendí mi último parcial de la facultad… Pero para mi sorpresa, veo la cara sonriente de Emi que me dice “bien Romi, tenés casi 2 cm de dilatación y aún tenemos tiempo. Veamos cómo sigue todo y en el próximo control si no nació podemos probar hacer desprendimiento de membranas para generar contracciones de forma natural.” Me fui a casa feliz de que todavía había esperanzas de parir.
Llegó el control del jueves, semana 40.6. Emi me vuelve a tactar y, si bien había más dilatación, las contracciones regulares no habían empezado. Me desprendió las membranas y acordamos vernos el sábado en el Finochietto, ya que ese día se cumplía la semana 41. Más allá de haber estado todo el embarazo mentalizada de que iba a parir, con este panorama y el reloj corriéndome en contra me empecé a desalentar un poco. Pero por otro lado pensaba que, si tenía nuevamente una cesárea, esta vez iba a ser diferente porque iban a ser Emi y equipo quienes que me acompañen .
Sábado, semana 41 cumplida, fecha límite que habíamos acordado con Emi para esperar el nacimiento. Nos encontramos en el Finochietto y Emi me revisa: tenía 3 cm de dilatación pero nada de contracciones de parto. Luego de hacerme un monitoreo y comprobar que Luca estaba perfecto, me volvió a hacer un “intenso” desprendimiento de membranas (o maniobra de Hamilton). Y digo intenso porque Emi me dice en broma “le estoy tocando la oreja a tu hijo, más Hamilton no te puedo hacer”. Como el monitoreo había dado perfecto, acordamos esperar hasta el domingo a la mañana. El domingo me internaba y nacía sí o sí.
Salimos del sanatorio con mi marido, fuimos a buscar a mi hijo mayor que estaba con el abuelo y decidimos ir a disfrutar el último día con Luca en la panza. Fuimos a un asado con amigos, jugamos, disfrutamos. Yo tenía contracciones más fuertes y seguidas, pero lejos de ser dolorosas o cada 30 minutos.
A la noche hablé con Anahí para coordinar hora y lugar de internación del domingo (habíamos hablado de que si era cesárea directa iba a ser en la Suizo y si había trabajo de parto iba a ser en el Finochietto). Más allá de que las contracciones habían disminuido, no quise pensar en una cesárea y le dije “vamos al Finochietto por las dudas”. Así que coordinamos vernos ahí el domingo a la mañana e internarme.
Esa noche perdí el tapón mucoso, y tuve contracciones cada una hora. Sentía que el trabajo de parto había empezado, pero no sabía si se iba a desencadenar para la mañana siguiente que me tenía que internar.
Domingo, llegamos al Finochietto, nos encontramos con Anahí y le comento que había perdido el tapón mucoso y que tenía contracciones más seguidas. Me revisa y me dice que tenía 4 cm de dilatación. Como estaba internada, me propone romperme la bolsa; eso iba a generar contracciones más intensas. Esperaríamos 2 horas y ahí definíamos como seguía todo…
A los 15 minutos, empecé con contracciones más dolorosas y seguidas. Pero no era ese dolor intenso que imaginé que iba a tener. Me acuerdo de que Anahí me decía “vos porque estás muy mentalizada a parir y soportas el dolor, pero tenés cara de contracciones de parto”. A las dos horas me vuelve a revisar. Nunca me voy a olvidar la cara de Anahí cuando me dijo “tenés 6 de dilatación, vamos a pujar!”. Me largué a llorar de la emoción, no podía creer que, a pesar de estar corriendo contra reloj los últimos días y haberme internado para una cesárea, había llegado el momento e iba a poder parir.
Después vino la peridural, y muchos pujos. Y cuando digo muchos fue porque fueron muchos, no fue de esos partos que en 5 pujos el bebé nace.
Fue una de las experiencias más intensas y hermosas de mi vida. Pujé acostada boca arriba, de costado, en cuclillas. Siempre con total libertad de movimiento, y con el aliento y motivación de Emi, Anahí y mi marido. Juliana la anestesista del equipo una genia también; me alentaba a pujar y hasta propuso agregar una pequeña dosis de peridural al final cuando yo estaba agotada de estar pujando tantas horas, lo que fue clave para lograr la fase expulsiva.
Me acuerdo también de que tenía mucha sed, le pedí agua a Emi y me dio un vasito que fue renovador para seguir pujando. Me sentí muy cómoda durante las 3 horas que estuve en la sala de partos.
No me acuerdo mucho de la última parte, porque estaba como en trance. En un momento Emi me dice “tocale la cabeza a tu hijo, puja un poco más que ya sale”. Puse toda mi energía en esos últimos pujos y cuando escucho a Emi decir que preparen todo para recibirlo, me dije a mi misma “esto está pasando, voy a poder cumplir mi sueño y parir a mi hijo”. Y después de 2 o 3 pujos más nació Luca .
Gracias Emi, Anahí y equipo por respetar los tiempos de Luca, y dedicar un fin de semana entero en acompañarme, apoyarme y alentarme para lograr mi PVDC. Que la vida les devuelva la felicidad que me dieron a mí multiplicada.
Romi, Nico, Santi y Luca. Julio de 2019.