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Lucia Perez

Después de la hermosa llegada de Benito, no dudamos en que Emi iba a volver a ser nuestro obstetra cuando nos enteramos que llegaba nuestro segundo bebote. Nuevamente estuvo pendiente todo el embarazo, donde surgieron más dudas y miedos. Siempre respondiendo mis consultas y si algo pasaba se hacía un tiempito para vernos. Llegando la semana 37 empecé a sentir dolores raros, que no había sentido del primero. Le cuento y me dijo que lo vaya a ver. Yo no quise molestarlo y decidí ir a una guardia, donde, según entiendo, intentaron hacerme la maniobra de Hamilton y me dijeron que estaba en trabajo de parto. Me fui de ahí con más dudas de las que tenía cuando entré, le avisé y me dijo de nuevo que vaya al consultorio. Fui, me reviso y me dijo que vuelva a los dos días porque no faltaba nada. Ese día me sentía bien, no tenía dolores y justo tuvo que asistir otro parto entonces le dijimos que no se preocupe, esperaba unos días más y lo veía el día del turno. Fui a mí control, sin ningún dolor y tranquila porque creí que faltaba. Me revisó y me dijo que estaban todas las condiciones para que nazca ese día. A las 3 horas me encontraba con Anahí, la partera, en el sanatorio. Llego, me ingresan, y tenía contracciones cada tres minutos. No lo creía, No sentia nada. Se rompe la bolsa, y seguíamos igual. Me llevaron a sala de partos y recién ahí empecé a sentirlas. Me ponen la peri, que me dio frío y sueño, y esperamos a que llegue Emi. No tardó mucho. Me revisó y enseguida se cambio porque Martino quería nacer. Solo necesite pujar 3 veces, Emi me dice que lo agarre y lo termine de sacar y lo puse en mí pecho. El papá cortó el cordón apenas dejo de latir. Fue un parto soñado en todo sentido. Y estoy segura que gran parte de eso es gracias a Emi, toda su buena energía y el excelente equipo que lo acompaña. Nuevamente caímos en las mejores manos…