Llegamos a Emi en un momento muy triste. Luego de 1 año y medio de búsqueda y evatest positivo (previa consulta con una obstetra que me llenó de miedos y me trató horrible) habíamos ido llenos de ilusión a nuestra primer ecografía. Pero no había movimiento, ni latido. Destruidos y como pudimos entramos a aquella primer consulta con Emi e inmediatamente supimos que él era el indicado. Nos contuvo, nos indicó cómo seguir, nos sacó las culpas y nos llenó de optimismo. Fuimos a varias consultas más hasta que todo se resolvió naturalmente (según sus indicaciones, era lo mejor…dejar que la naturaleza siga su curso). Fue un primer acercamiento triste y doloroso, pero ya sabíamos que estábamos en manos del indicado. Casi dos años después, en el mismo mes en el que pierdo sorpresivamente a mi padre, se produjo nuestro milagro. Estaba nuevamente embarazada. Esta vez hechos un manojo de miedos, llegamos al consultorio de Emi, quién nuevamente nos tranquiliza, nos contiene y nos marca el rumbo a seguir. Todo estaba bien, y todo iría bien. Y aquella primer eco fue todo lo que debería ser una primer eco. Bebite moviéndose para todos lados, un corazón que latía feliz y dulcemente en la seguridad de su útero. Así vino el primer día de la madre, con bebite adentro, la emoción de empezar a sentir esa conexión incipiente pero a la vez el miedo latente a la posible perdida, a volver a sufrir. Yo tenía en ese momento 39 años y era mí primer embarazo, la translucencia me daba pánico. Pero todo salió excelente. Todos los estudios daban bárbaros y finalmente pude relajarme y animarme a creer un poco más en esa maternidad que se estaba plasmando finalmente, luego de tanta búsqueda. Entonces, un buen día durante mi semana 12… En pleno horario laboral, siento algo raro. Me disculpo con mi compañera de trabajo y voy al baño. Sangre. Mucha sangre. Roja, vibrante y abundante. No sé cómo hice todo lo que hice a continuación tan rápido como lo hice, pero hasta el día de hoy me felicito por la frialdad de ese momento. Llamé a Emi mientras juntaba mis cosas, me indicó qué hacer, me crucé con mi jefe mientras salía de la oficina, le informé (no le pregunté) que me iba a la guardia, llamé a mi marido desde el taxi. Para cuando llegué al sanatorio Finochietto, marido estaba esperando en la puerta. Nos atendieron por guardia y me hicieron una eco. Había tenido una hemorragia que dejó un hematoma grande. Si el hematoma se desprendía, podía arrastrar consigo a todo el saco gestacional. Estuve 3 días internada y luego varios meses inmovilizada en cama, tomando progesterona. Una vez por semana nos hacíamos una eco y Emi evaluaba como seguía todo. Cada semana era el nudo en la garganta hasta que veía a bebite moverse, hasta que escuchaba su corazón. El hematoma llevó mucho tiempo, pero se resolvió! Ahí empezó la hipertensión gestacional y la preeclampsia. En las otras reseñas van a leer mucho del fantástico staff con el que trabaja Emi, pero no recuerdo haber leído nada sobre la gente con la que te deriva Emi. Tengo sólo palabras de agradecimiento para la cardióloga que me recomendó, la dra Crosa. Entre ambos trataron de llevar el embarazo lo más lejos posible. Llegamos a la semana 36+6. Casi casi a término! Nota aparte para hablar de que el final del embarazo y el parto se dieron en plena cuarentena estricta! Emi tuvo que cerrar el consultorio, entonces todos los controles me los hacía en el Finochietto. No sé cuántas de ustedes sabrán que por esos controles él no cobraba nada. Nos atendía básicamente gratis. Hagamos una reverencia las que estuvimos en sus bondadosas manos durante esa época! El parto tuvo que ser una cesárea, un día antes de la que teníamos programada. Me encantaría decir que todo fue maravilloso y encantador para mí, pero estaba muerta de miedo, no sabía qué esperar y pasaron un par de cosas más pero: Maynard James Keenan grita “ALIVE, I!” (Estoy vivo) y ella nace. Bajan la sábana y ahí estaba en todo su esplendor, Olympia. Mi Olympia, sana y salva y a los gritos. Luego la apoyaron en mi pecho y todo se volvió aún más abstracto y etéreo de lo que ya era. Nunca había sentido lo que sentí en ese momento y dudo que lo vuelva a sentir. Al ratito fueron con su papá a pesarla, darle su primer baño. Me cosieron y ni bien me sacan del quirófano los veo, mi marido con nuestra hija en brazos. Olympia tomó su primera teta ahí mismo, a la salida del quirófano y nos fuimos los 3 a la habitación. Mi marido se quedó súper dormido y Olympia también, yo no podía. Estaba demasiado entusiasmada. Ahí, con mi hijita dormida en mis brazos y mi compañero al lado me di cuenta de que yo también había tenido un parto maravilloso. Ella estaba perfecta y yo también. Ambas estábamos vivas y bien. Juntas afuera como adentro. Es muy importante el obstetra, es importante cuando todo marcha sobre ruedas, pero más importante es cuando hay algún problema. Yo no creo que hubiera llegado a este desenlace si no hubiera sido de la mano de Emiliano. Estoy segura de eso. Es amoroso, directo, contenedor y despliega un optimismo realista, basado en hechos, pero a la vez lleno de una alegría contagiosa. Muchísimas gracias Emi, de todo corazón! |