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Agustina Mallo

Conocí a Emiliano por Rocío (una amiga), quién había estudiado un tiempo con él y me dio buenas referencias. Venía de un obstetra bruto, desubicado, con comentarios enfermos y sin tacto.
Conocí a Emiliano y cursé el último tramo de mi embarazo tan feliz que no me entraba en el pecho tanto amor.
Conocí a Emiliano y me sentí segura, poderosa, tranquila y contenida.
Mi hijo hoy tiene 18 meses, me tomé mi tiempo porque no quería que fuera una historia vacía ni empapada por los sentimientos de los primeros días, lo iba a llenar aún más de flores que hoy ¡lo juro!.
El 26 de agosto cerca de las 00:00hs. empecé con contracciones tranquilas cada 10 minutos, llamé a Anahí (su partera, un dulce de leche de otro mundo) y me dijo que vaya con tranquilidad, Emi ya estaba en la Suizo en otro parto. Llegué a la clínica y Ana me hizo tacto, no estaba dilatada todavía, me dijo que si quería me quedara o me vaya a casa a descansar un poco hasta que las contracciones sean más seguidas para hacer el trabajo de parto en casa con mi compañero, con ducha caliente y música.
Volví a casa, sabía que iba a ser el día en el que conozca al amor de mi vida, por lo cual mi compañero empezó a laburar mientras me bañaba para dejar todo en orden antes de la llegada de Fidel y sus días de licencia. Mientras tanto anotaba el horario de mis contracciones en un papel, el aviso de cada una eran mis gritos desde el baño, en simultáneo a las “o” de los métodos de Frida Kaplan.
Las contracciones iban siendo más seguidas, ya aplacaban poco con el agua caliente hasta que por mas de una hora fueron cada dos minutos y me desarmaban, salí de la ducha, llamé a Anahí de nuevo y nos fuimos a la Suizo volando (tan literal que hasta chocamos en Av. Santa Fe, leve). Me bajé del auto y rompí bolsa en la puerta. Me recibió Emi y me dijo que ya estaba a medio dilatar, creo que había llegado a 5 en ese momento.
Tenía el escenario soñado, sonaba Fito y Cerati, estaba de la mano de mi compañero pero no podía aguantar mas el dolor, “por favor el anestesista, no puedo más” “Ya está viniendo”. Nunca quise anestesia hasta ese mismo momento.
Comencé con los pujos cerca de las 13:00hs. Con un Emiliano alentador, dulce, bueno y cuidadoso, con una Anahí agarrándome fuerte la mano, ambos diciéndome que yo podía hacerlo y un compañero leal al lado mío en todo momento. Llegó a verse la cabeza de Fidel, venía todo bien, Emi llamó a Hernan y pudo ver sus pelitos, pero no salía, no podía yo o no podía él, pero se asomaba y se volvía a meter. Ahí vi que sus pulsaciones iban bajando en el monitor, eso le preocupaba a Emi que empezó a pedirme que puje de diferentes maneras y posiciones, de los dos costados, alentándome, sin perder la fe y la sonrisa en mi y en mi hijo. Las pulsaciones de Fidel bajaron a 50, si mal no recuerdo, y fue el punto final para Emi que me miró y me dijo que no quería poner en riesgo a mi bebé, íbamos a cesárea. Me puse a llorar con mucha angustia, no entendía como estaba pasando eso, ¿cómo lo que soñé y planifiqué no estaba sucediendo? No podía entender que era fuerza mayor y que habíamos intentado todo, eso sólo logré comprenderlo cuando lo vi.
Entré al quirófano súper consciente y en minutos tenía a Fidel en mi pecho. Fidel sano, calmo y agarrándome el dedo mayor, descansando por fin en mi pecho. Fidel con una cabeza de cono por hacer tanta fuerza para salir por el canal vaginal.
Ya nada importaba, eramos uno los tres.
A Fidel lo acompañó su papá a todos los controles mientras que me asistían a mí, les enfermeros de la clínica fueron un amor.
Cuando nos volvimos a encontrar con Fidel, Emi lo puso en mi pecho para que tome la teta, reptó hacia ella y no se separó más, todavía hoy, con 1 año y medio sigue con su “tetita” como la llama él y yo con mi obstetra que se convirtió en mi Ginecólogo de cabecera y con quien quiero compartir mis futuros embarazos y partos siempre.
Gracias Emi, gracias Anahí. Tanto amor, tanta dedicación, paciencia, compañía, mensajes a cualquier hora respondidos, nunca un mal humor, una mala contestación. Son humanos, son responsables y sensibles.
¡Los quiero mucho!
Agustina Mallo, Fidel Vázquez y Hernán Vázquez.